¿No es así, Señor Guiller?

sábado, 4 de julio de 2009


Una tarde cualquiera, de temperatura media, a una hora irrelevante de una semana indistinta me senté en el sillón de mi casa; en mis manos una película sobre la vida de Bob Dylan. Cuando prendí el televisor estaba sintonizado en el canal de noticias de 24 Horas; allí frente a mis ojos y contra mis oídos Alejandro Guiller, un viejo y orgulloso estandarte del periodismo chileno a quien había visto en la universidad hace unos años haciendo proselitismo político concertacionista hacíase el sordo de la noticia que acaba de presentar aprestándose a rascar su voluminosa barriga sobresaliente de una desabotonada camisa (su otra mano acercándose peligrosamente a la entrepierna) mientras decía repetidas veces: “Informar es el arte de decir lo que se quiere, comentar la noticia es el coupier de nuestra realidad”. Boquiabierto por tamaña imagen, con mi película golpeando el suelo y mi mente traumada con su ombligo peludo, decidí que si he de ver señores que se regocijen de su desmedida posición sería mejor ir a una sastrería atendida por niñas menores de edad.

El otrora periodista “más creíble de Chile” es hoy lo que podríamos determinar en un lenguaje vulgar una vaca sagrada; a su cargo ya no solo un noticiario, si no un canal donde hace y deshace, donde si quisiera podría sentarse frente a una cámara a relatar su propia vida, sus pensamientos y hasta sus deseos ocultos. Aunque muchos ya lo hacemos en Blogs, hay algo especial que este señor nos presenta; si hace unos años la máxima ética del periodismo era que la noticia es lo importante, hoy Guiller se ha perpetuado haciéndole reverencia a la memoria olvidadiza, esa que solo recuerda el pasado inmediato y las medallas del antaño. ¿Dije ya que esto pasa las 24 horas al día?

Hace unos diez años el periodismo chileno tuvo su momento de gloria martírica en cuerpo del mentado señor y su compañero de aventuras Fernando “New York, New York” Paulsen, quienes fueron esposados y llevados presos por utilizar cámaras escondidas en una investigación que delataba a quienes por varios pesos más entregaban recetas médicas inventando enfermedades. Allí, en medio del bullicio de la ética profesional, la libertad de información y el derecho el periodista Guiller se convirtió en mito. Sus bonos subían con cada consigna periodístico-democrática a eso de las 21 horas en televisión; el medio le entregó para siempre la oportunidad de la tribuna constante y la credibilidad. Pero sin duda mucho agua ha pasado bajo el puente después de todo ese tiempo. Hoy sus resultados saltan a vista: su programa “Factor Guiller” (expresión ridícula de autocomplacencia) teniendo a la crema y nata de la contingencia termina siendo un lamentable soliloquio de borracho en asado familiar. Donde se publicita el periodismo duro solo hay sonrisas, preguntas poco articuladas y una total falta de lucidez sobre la realidad social chilena. Donde existió la ética hoy queda el silencio. Donde se profetizaba el debate hay un bostezo generalizado. Donde se esperó la denuncia hay auto publicidad. Quien proclamó la justicia, la democracia y la voz del pueblo termina por ser una especie de dictador bananero populista que día a día nos recuerda que la esperanza de la crónica valiente en primera persona en sus manos terminó siendo amiga íntima del dueño del canal, de la buena aventura de un gobierno. Su manera de entender el rol de la televisión como medio de visibilidad de la realidad social está más cerca del “que partido puedo sacar de esto” antes del la justicia social. Es él esa imagen clara y evidente del medio que tras un triunfo de Chile en el fútbol deja de hablar “olvidándose” de la colusión de las farmacias, de los fondos de Piñera, de la matanza de mapuches en el sur; todo 24 horas al día y con la mejor de las sonrisas. Ante eso no queda otra que disparar contra el infame, apagar el televisor para escribir sobre lo que vemos y sentimos, leer al otro como uno y ante todo no sentirse nunca conforme, pues este ultimo sentimiento es la gran comida del rebosante gordo que hemos criado por tanto tiempo.

Parafraseando una canción de Bob Dylan, estoy seguro que en su época universitaria Guiller era el primero en su clase, aunque rompe esquemas, su estilo les gustaba a todos, comentó los libros del autor revolucionario de moda, se alzó en la lucha por la democracia esperada por todos, en fin… hoy abraza las causas nobles y asistencialistas (entre las que, obviamente, se encuentra el periodismo y el derecho a la información que él mismo las convierte en un espectáculo) pues, aunque lo sabe secretamente sin comentarlo, muchos pensamos diferente a él y somos la mayoría. Bien sabe que algo está pasando, algo está cambiando, y aunque no sabe muy bien que sucede allá afuera, nos sigue hablando de nosotros mismos como quien se divierte mirando el circo. Será porque al estar a la sombra del poder nunca reconoció las consecuencias de un actuar incauto; será porque su canal de noticia está bastante al debe si lo comparamos con el inesperadamente sorprendente no muy imperialista CNN Chile. Será que no nos caen bien sus hijos televisivos como Matías del Río y la herencia que dejó en televisión abierta. Será que preferimos leer al bloggero o escuchar un podcast. Le apuesto, Sr. Guiller, que el mundo es diferente fuera del estudio, de los tratos de poder y más allá de su peludo y manoseado ombligo.

¿No es así, Sr. Guiller?

OST "I'm not There" - Bob Dylan - Ballad of a thin man